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La ribera del cielo


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Casilda-Bigand, 16 de dic de 2010

La Ribera del cielo.

Quien mira el cielo, por más ensueño y maravilla que allí vea, sabe que pisa la misma tierra que el resto de los mortales. Martí dijo, el cielo es la patria de todos; pero ¿es este suelo el mismo para todos? Sabemos que no, sabemos que hay realidades distintas sobre la tierra y que muchas veces se impone la soberbia voz del poderoso, la cual nos oculta la palabra clara del que está a nuestro lado.

Pero el destino lo teje Aracné, y quiso ella que la señora Ministra de Educación provincial visitara hace unos meses una escuela y que sus alumnos gestionaran ante ella por un viaje al que quizá no accedieran. La responsable educativa accedió y es@s jóvenes tienen su viaje de fin de curso: unos días junto al río Paraná, en el Camping La Ribera de Villa Constitución.

Y aquí entramos con entusiasmo en la historia: ¡Tuvimos el orgullo de ser invitados a participar del campamento! Así que a cargar telescopios y binoculares bien embaladitos sobre nuestro observatorio veloz (scenic, disel, 1400 x 4500) y a corrernos hasta La Ribera!

Pinto el viaje: Moni de copilota; atrás Pionero; en el baúl Candela Celeste y Lumbricita; los binos también, of course, con trípode y todo.

Llegamos bajo la estruendosa denuncia de la Luna a una arcada de piedras y a un dédalo de árboles (sorry, poetas). Con cuidado seguimos el cordel del camino hasta desembocar a un abra donde se erigen casas: tres, cuatro bungaloes y un comedor amplísimo; abajo, en la rivera, otro salón de fiestas. Uff, se me hacían agua los ojos mirando el cielo.

Aparcamos la scenic y dimos con Andrea, Caito y Lupe, otros docentes cuyo nombre adeudo. Pienso que un docente lo tiene todo para ser feliz; son las políticas esquivas las que a veces agrian su mirada. Aquí las sombras de la noche eran rasgadas por la alegría del encuentro.

Hola que tal y a buscar un lugar aparente. Caito me dice hay una cancha, servirá? Andamos más de muchos metros (¿??), trasponemos plantas, arcos, estudiamos el cielo con la furtiva intención del asesino que anhela ocultarse de toda luz. Los bungaloes arrojan sus lámparas y le digo a Caito, pedimos que apaguen esas luces. Caito grita, chicas, apaguen esas luces… Por qué¡¡¡ le espetan. Guau, pienso, me gusta eso.

Armamos el circo. Desenvuelvo las armas una a una cual monje tibetano. Moni me sumerge en off. Los mosquitos pican igual. Pero ahí está Beteljause, y allá Albedarán, y más allá las Pléyades… por supu Selene y el dios con sus cuatro de liverpul (aunque anoche Calixto jugaba a las escondidas, a esa hora).

Llegan las chicas y chicos del campamento, del viaje de findecurso, llegan abrazados, charlando, altos la mayoría, todos muy amables. Lupe me presenta y pienso que es tanta mi suerte. Siempre fui un hombre de suerte, un privilegiado. ¿A cuántas personas en este mundo se le cumplen todos sus deseos?

Empezamos con el gaseoso, explicamos su franja, sus lunas y sus nombres (el nombre, el nombre es todo: El viernes inauguran el Museo de la Memoria en Rosario!!!!!!!!). Planteamos un tour, recorreremos la vida de una estrella. Ahí está ese útero magnífico, M42, y luego el resto, todos los estadíos.

Les debo una nebulosa planetaria, a esos pibes, pero la luna era mucha, o mi saber poco. Por fin terminamos con esta, con sus cráteres y sus mares. Guau! Le dimos duro!

Siempre me asombran sus preguntas, las preguntas de un joven o un niño o un adulto que se inclina sobre el ocular, mira y te dice: ¿por qué las estrellas son redondas? O, ¿por qué vemos una estrella? O, -la mejor para mi gusto, hasta ahora, hecha por un chico de 8 años- ¿si los números son infinitos… por qué el universo no lo va a ser?

Llegó al fin la realidad en la figura del cocinero: ¡¡¡está la comida!!!! Eran las once casi; habíamos estado veinte jóvenes y seis maestros durante dos horas bajo los mosquitos, a metros del padre de los ríos, mirando la patria de todos. Así que nos fuimos moviendo al son del buche.

A guardar las armas, sin apuro. Dos maestros se quedan absortos con Sirio; les muestro M41; le damos con los binos y después con Pionero. Fantástico, claro.

En el comedor, Chito esgrime tallarines con salsa y estofado. Los chicos han cenado a saciar y llegamos con Moni para la segunda vuelta. Hablamos de cuchillos y de amigos ausentes. Los chicos van y vienen, bailan, ayudan con la mesa. Cuánta diferencia a esos viajes de vacas que hacen otros a Carlos Paz o a Bariloche, donde solo son un número en una plaza.

Se arma el karaoke. Suena la hora del regreso. Montamos y a paso cansino regresamos a Casilda. Cuando restan unos kilómetros veo la cruz enhiesta, el centauro alzándose majestuoso. Pienso en la última letra griega.

Me acuesto a las dos de la mañana del jueves. El viernes tenemos observaciones en la Plaza san Martín de Bigand, fotografiaremos la luna. Guau. ¡La vida del astrónomo no da respiro!

Sergio Galarza

Talleres de astronomía

JCGalarza y Candela Celeste

Bigand-Casilda

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